lunes, 29 de abril de 2013

Primer amor


No hubo peor desengaño para aquel esbozo que el de  percatarse de que la bandera de cinismo que enarbolaba con descaro y orgulloso regocijo parecía, de repente, no haber estado jamás allí. Tampoco había ya ni rastro del nihilismo con el que había tejido afanosamente aquel estandarte. Solamente pudo localizar unas colillas aplastadas y mugrientas, un triste recuerdo de aquella chispeante ironía con la que solía disfrazarse en los bailes de postín.
En un instante el Callejón del Gato le había sacudido la realidad encima: sin espada y ni rodela tenía aquel pequeño ser que enfrentar la caída, el vacío y el vértigo. Se preguntó cómo podría ser pájaro y jaula, rama y raíz o alas y abrazo al mismo tiempo.
Sin darse cuenta, se había encontrado desnuda y vulnerable en medio de aquel vendaval. Seducida y encandilada por aquel paisaje escarpado se sentía groseramente atraída por una vorágine de aguijones, espinas y puntas que amenazaban, a su vez, con despedazar y aniquilar cada uno de sus designios.
Aún aturdida y perpleja resolvió coger una pluma y suministrar, ella misma, el primer pinchazo. Sangre y tinta se fundieron en un humor oscuro y denso que resbaló por su piel hasta trazar en el suelo, con diestra caligrafía, su primer amor.



Alter Botanischer Garten, Hamburg 2013