miércoles, 16 de abril de 2014

El país de la fiesta

Cojo el autobús, he quedado con dos amigas a tomar un café. Voy tranquila, me sobran varios minutos. Miro por la ventana distraída pensando en lo mucho que hace que no las veo... De repente, el vehículo se detiene y la conductora anuncia que la calle está cortada y no puede continuar, que tenemos que bajar allí.

Todos los pasajeros, algo sorprendidos y molestos, bajamos y continuamos nuestra ruta a pie. Efectivamente la calle está desierta. 

Entonces, comienzo a escuchar un sonido atronador. Me asusto, suena muy fuerte.  Me recuerda un poco a una cacerolada.  No puedo evitar pensar en cómo han terminado las últimas manifestaciones a las que he acudido en Madrid. Me fijo mejor y me doy cuenta de que ellos tocan un ritmo bastante tenebroso. Me sorprende, tenía entendido que la música en la calle, sin pasar por un casting previo, era ilegal (supongo que será solamente en Madrid).

Continúo la marcha algo intranquila y es entonces cuando, por fin, veo a los protagonistas del escándalo. Es un grupo de gente muy numeroso enarbolando banderas que no soy capaz de reconocer. Vuelvo a tener miedo, seguro que son extremistas ¿Serán peligrosos? Veo que llevan antorchas y la cara tapada (menos mal que la nueva ley de seguridad ciudadana prohibirá ir con el rostro oculto). Hay mucha gente… me preocupa que lleven a niños pequeños de la mano ¿qué defenderán? Van cortando el tráfico de media ciudad. Yo voy tarde al café.

Al llegar, me dicen que es la fiesta de la fe.

Hoy, por suerte, es la fiesta del fútbol y esta noche, de 21.30 a 23 será el mejor momento para pasear por unas calles desiertas y silenciosas. Cuando termine, cuidado, las calles volverán a ser de los que festejan...

Parece que es cierto: vivimos en el país de la fiesta.