miércoles, 5 de enero de 2011

Peca, Gota.

Con los labios amoratados por el frío y las mejillas sonrosadas la niña Totó no dejaba de sonreír. Corría bajo la lluvia como si esa fuera su verdadera naturaleza. Era extraño verla correr por aquella parte de la ciudad. Los edificios, antes grises y descascarillados, parecía que se limpiaban con esa milagrosa lluvia. Hasta entonces yo no creía en milagros… ¡pero hacía tanto que no llovía por estas tierras! Incluso los árboles habían desaparecido y apenas quedaba gente en el barrio.


Al mirarla a la cara no pude evitar fijarme en las gotas que se resbalaban por sus mofletitos regordetes. Por cada peca, una gota. Peca, gota. Peca, gota. Peca, gota... Y ella, ajena al mundo que la rodeaba, sólo era capaz de escuchar el sonido de la naturaleza al chocar contra el suelo de asfalto…

Tras la lluvia, llegó el Sol y también el arcoíris; con él, el color; y con el color, la gente perdió, por fin, el miedo a salir a la calle. Los restos de la guerra se deshicieron por las alcantarillas. Se disolvieron en aquel mágico elixir que lloraban las nubes. Todo el mundo cantaba y reía. Lo celebraban.

Y yo, mientras tanto, desde detrás de mi ventana sólo podía pensar, hipnotizado, en la inocente niña Totó y en aquel rítmico “Peca, gota. Peca, gota. Peca, gota…”

2 comentarios:

  1. y yo no podía dejar de pensar en la pequeña caperucita..

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  2. me encanta...eres genial :)
    por cierto, animo,seguro que han valido la pena todos y cada uno de los dias de estas navidades (hasta true blood te echara una mano), aunque creas que no.
    Tu conejo biorejo te quiere :D

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Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)