jueves, 23 de junio de 2011

Parece que va a llover

Ella, española, madurita, pelo corto y negro (posiblemente teñido) y estilo moderno para su edad. Él, algo mayor que ella, lleva camisa, zapatos, pelo engominado y un encnatador acento argentino. Ambos esperan pacientes en la parada del autobús, ella habla con tono crítico de la juventud, comenta como en sus tiempos era necesario salir a la calle, en medio de una transición luchábamos por defender nuestros derechos. Él la escucha paciente y cariñoso, la abraza para retener sus recuerdos y comprender sus palabras, al fin y al cabo crecieron en mundo distintos dentro de un mismo planeta.
Llega el autobús y suben juntos, cada uno paga se paga su viaje. Ella se sienta, él permanece de pie a su lado con la mano en su hombro; miran en la misma dirección. Hablan en susurros, sonríen, comentan. El autobús va prácticamente vacío, pero aún así se hablan cerquita, en voz baja.
Siguiente parada. Él levanta la vista, presiona el botón de parada y besa suavemente en la mejilla a su compañera. Le dice algo, desde mi Mp3 el genio Sabina me impide escuchar sus palabras. El conductor frena, se abren las puertas, él se gira, se despide con la mano y baja del vehículo. Ella lo persigue con la mirada desde su asiento, se miran y se sonríen a través del cristal. Él continúa con paso tranquilo y mira al infinito con cara pensativa sin embargo no puede evitar que una breve sonrisa juguetona se le escape entre los labios dándole un aire adolescente al relato. Ella, con menos pudor, apoya la cabeza en el cristal de la amplísima ventana y sonríe abiertamente con cara inocente e ingenua, la misma que puso cuando su vecino le regaló una margarita a los 5 años.
Yo, mientras tanto, en mi asiento, con mi música y mis pensamientos, les deseo suerte en silencio. Después miro por la ventana; parece que va a llover.

3 comentarios:

Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)