viernes, 26 de agosto de 2011

La chispa


Caminaba por las calles siempre con las manos abiertas. Ella buscaba ese roce suave y a la vez áspero que fuera capaz de encender la chispa. Acariciaba muros de ladrillo y cemento que solían herirle las manos hasta hacerlas sangrar, pero también chocaba con troncos de árbol tan antiguos que con un suave roce podían ilustrar siglos de historia. Abrigos de pieles o prácticamente deshechos, coches brillantes, barandillas, puertas, ventanales enormes y diminutos… ella sentía a través de las yemas de sus dedos hasta el mas mínimo pensamiento que cruzaba el aire.
Decir que nunca había amado era algo exagerado, ya que ciertas noches de luna llena había rozado la enorme esfera blanca logrando un leve chisporroteo que daba lugar a algunas estrellitas desconocidas para los astrónomos. También el roce con unas cuantas páginas era capaz de hacerla estremecer y de cortarle la respiración… A pesar de sus esfuerzos le costó años de búsqueda encontrar esa mano que con solo acercarse hacía que saltaran chispas. Lo que sucedió, sin embargo, fue aquello que ella ya sospechaba:
El día que encontró la chispa ardió entre las llamas hasta desaparecer.

1 comentario:

Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)