lunes, 27 de diciembre de 2010

Muñequita helada

Terminaba sus días contando estrellas en el ático para no pensar en problemas. En invierno, cuando todos dormían, se iba de casa a hurtadillas (que bonita palabra, por cierto) y envuelta con aquella suave mantita morada salía por la portezuela que daba al tejado. Se sentaba en una desvencijada hamaca, la que utilizaba la vecina del 5ª para tomar el sol en verano, y contaba estrellas hasta caer dormida. Cuando al amanecer se despertaba tiritando y medio congelada se ponía a llorar de frío y angustia. Las lágrimas a veces se resbalaban hasta empapar su bufanda de rayas y otras simplemente se acomodaban en sus pálidos carrillos y quedaban ahí: sólidas y heladas. Cuando sus padres se despertaban subían rápidamente a por ella, no podían evitar sin embargo que saliese noche tras noche. Todo terminó aquel día que el despertador no sonó y ella se convirtió poco a poco en un bello muñeco de nieve.


4 comentarios:

Es mejor arrepentirse por lo que has dicho que por lo que no... :)